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Maverick: Nostalgia de la Buena

Fue una espera larga, realmente larga. ¿Fue una espera al fin? No precisamente se anhelaba una secuela de “Top Gun”, una de las icónicas películas de los 1980s, mas era completamente esperable dado el “boom nostálgico” que ha invadido a cine y televisión en los últimos años. Los fans desde luego buscarán ver que ha pasado con el bueno de “Maverick” después de tantos años.

“Top Gun: Maverick”, con el mismísimo Tom Cruise, ofrece lo que todo fan de esta película, y ahora saga, busca: vértigo, erotismo, rivalidades, fantasía y maniobras inverosímiles. Pero la inclusión de los antiguos miembros de la academia entre una nueva generación de talentosos pilotos nos lleva al eje temático de esta nueva versión del film de los aviadores más intrépidos de la armada norteamericana que es más referente a la identidad y el paso del tiempo. Si lo queremos definir en una sola palabra sería: “madurez”.

Cuando arranca la película, el espectador en general puede alegrarse de las pocas señales de envejecimiento que presenta “Maverick” y en verdad, Tom Cruise es un actor que ha resistido con bastante éxito el paso de los años, Ya entrando en el desarrollo, parece que Maverick nunca dejó de ser el mismo piloto intrépido de los años 80, con todo lo bueno y lo malo que eso puede significar en un ser humano. La juventud eterna puede tener algunas desventajas.

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Maverick o sea, (y alerta de spoiler) el Capitán Pete Mitchell, conserva dicho rango en la milicia y es permanentemente cuestionado por ello en el transcurso de la película. Es tratado con condescendencia por sus supervisores, pero a la vez protegido por uno de ellos, que es el ahora Almirante Tom Kazansky, el recordado “Iceman”, quien se convirtió en un muy admirado oficial y su obra y gracia solapa las continuas travesuras de su hoy entrañable amigo Mitchell, y no solo guarda filiación fraternal, sino admiración por su talento.

Resulta que Maverick jamás cambió su lugar en la Marina y en el Mundo. Siguió siendo el piloto osado, pero (spoiler) jamás tuvo realmente una carrera militar, pues permaneció en su sitio. Fuera de la vida militar permaneció soltero, sin hijos, siendo el eterno rompecorazones de sonrisa perfecta, gafas de aviador y a bordo de su motocicleta con impecable melena al aire. Los años para él no pasaron nunca y parece feliz siendo eso, mientras los cuestionamientos lo bombardean por todas partes, quizás los más llamativos son de la hija de un renovado interés romántico que aparentemente tuvo sus inicios entre película y película, la misma interpretada por Jennifer Connelly, a quien el paso del tiempo también le ha favorecido, al contrario de la “noviecita original” de Top Gun, Kelly McGillis, quien sí ha sufrido los estragos de los años. Ciertamente hay cuestionamientos por esta decisión, pero para la evolución del personaje de Cruise.

Maverick manifiesta que el nunca se quiso mover de su sitio, pues ser piloto Top Gun no es lo que es, sino “quien es”. Así afirma su identidad y el deseo de no buscar más, en tanto que un Iceman lleno de condecoraciones, admiración, pero con terribles huellas del paso del tiempo le habla de que hay un momento para dejar ir, concepto imposible de digerir para Mitchell. Tal vez un espectador que está en la mitad de la vida cronológica entre los personajes viejos y nuevos de Maverick y Iceman se cuestionen qué es mejor: si quedarse en esa especie de “zona de confort” de Mitchell o seguir un camino acorde al paso del tiempo, con sus sastisfacciones y penosas consecuencias, como en el caso de Kazansky.

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Maverick tiene una última oportunidad de su valía al estar a cargo de la instrucción de una misión a toda vista imposible que debe ser ejecutada por pilotos jóvenes y a los cuales les debe demostrar la posibilidad de la misma, no sin antes pasar por alto la verticalidad y reglamentos de la Armada de Estados Unidos, para variar. Para unos podrá ser emocionante y para otros patética la eterna irreverencia del Capitán Mitchell. Obviamente había que tener mujeres en el escuadrón y al mismo Mitchell en el acostumbrado bar de oficiales le dejan en claro que las actitudes machistas son poco toleradas en los tiempos modernos. La evolución de una complicada relación con el hijo del recordado “Goose” también es interesante.

Pero en fin, este tipo de reflexiones son interesantes de hacer mientras suceden las 2 horas de vértigo y adrenalina en una experiencia que en el cine al menos es divertida pero físicamente agotadora, con lo que se podría decir que los productores cumplieron con su objetivo. En verdad, tampoco hay demasiadas vueltas que darle, pues no deja de ser un clásico de acción del cine norteamericano. Ciertamente el fan de la Top Gun original quedará satisfecho, pues hay cosas que no cambiaron como las rivalidades y la clásica escena playera. Las que sí cambiaron tampoco desentonan.

Pandemia y Nostalgia

La emergencia mundial por la expansión del COVID 19 ha hecho que las principales actividades de ocio en las que se encuentran los deportes, en sus versiones oficiales, se hayan visto suspendidas en su mayor parte. Se pensó que esta falta de espectáculo dejaría un vacío al aficionado promedio, más tomando en cuenta que el mismo se encuentra mayormente en aislamiento. Pero para eso ha existido otras alternativas.

En distintos lugares del planeta se ha optado por volver a programar y así recordar viejos encuentros deportivos, fútbol en su mayor parte, calificados como históricos para un colectivo. Así por ejemplo, en Bolivia se recordó la ruta de clasificación al Mundial de Estados Unidos 1994 o en México se recordaron varios momentos mundialistas memorables como el juego ante Italia en esa misma Copa del Mundo. En Ecuador esta ruta de la nostalgia comenzó con la participación de su selección nacional en Alemania 2006.

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Pero la jugada no solo fue la retransmisión de los juegos. Gracias a la interacción vía redes sociales, la cual era incipiente por aquellos días de dicha Copa del Mundo, lo que incluyó las acostumbradas previas en las que se informa novedades y alineaciones. Así como quienes pudieron presenciar aquellos juegos pudieron compartir sus recuerdos como si fueran en ese momento. Al final se armó un juego del que el aficionado conectado fue cómplice rediseñando una hipotética expectativa que se hubiera manifestado hace 14 años con la tecnología hoy disponible.

Fue grato en momentos de encierro y angustia trasladarse a tiempo más felices. Recordar cuan brillantes fueron Segundo Castillo o Edison Méndez en la media, la dinámica de Néicer Reasco, Carlos Tenorio y Agustín Delgado siendo siempre peligrosos, un Antonio Valencia muy joven y prometedor, “sombra” Espinoza y Bam Bam Hurtado soberbios para defender. Fue tiempo para volver a paladear jugadas memorables, comprender el funcionamiento de quizás la mejor selección ecuatoriana que se haya visto. Sobrecogerse con el triunfo ante Polonia, Extasiarse con el baile a Costa Rica, molestarse con la goleada de Alemania y deprimirse con la derrota final ante los ingleses. Darse cuenta que ese equipo incluso mereció más.

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Si el gusto es por el análisis de la historia y cultura popular, observar dentro de los patrocinadores algunos que ya desaparecieron o cambiaron su razón de ser. Días más tarde fue el turno de observar el Ecuador vs Brasil del 2001 y recordar figuras de lado y lado, pero también de sorprenderse con lo desactualizada que lucía la oferta tecnológica en comunicaciones de esos días con un incipiente uso del Internet, incomparable al actual. Ha sido tiempo también para que aquellas figuras de antaño vuelvan a tomar protagonismo en los medios, recordando sus emociones y sensaciones mientras actuaban en aquellos clásicos cotejos.

Los grandes organismos de competición han hecho lo propio desde sus dimensiones. FIFA a través de sus canales rememoró clásicos de la Copa del Mundo reforzando la narración con activaciones en redes sociales rememoró el sorprendente Holanda vs España de 2014 o el excelso fútbol de Brasil vs Francia en 1986. También clásicos de los mundiales femeninos como la final de 1999 entre Estados Unidos y China. La jornada arrancó con la develación oficial de la película de Rusia 2018. En UEFA se hizo algo similar aunque más a través de redes sociales.

En otros deportes también la nostalgia se hace presente. A través de sus canales, la organización de la Fórmula 1 también está reprisando competencias épicas, lo mismo sucedes con la NBA aunque también abundan los documentales de su historia en canales pagados. EN el mundo del tenis es algo más específico, pues a estas alturas debían haberse disputado los Masters de Indian Wells y Miami, por lo que de preferencia se rememoran gestas de aquellas competiciones en años pasados.

La actividad mediática para los equipos ha sido variada, pues va desde la memoria de gestas pasadas hasta especulaciones de lo que pudo haber sido, pues torneos como eliminatorias mundialistas, Champions League, Copa Libertadores y demás, han quedado truncados a la espera que la emergencia pase. La radio también sirve para la nostalgia y hay casos en los que se retransmiten viejas narraciones. Todo vale para matar el tiempo y devolver la esperanza en tiempos de cuarentena e incertidumbre.

Grandes Rivalidades: Sampras – Agassi

Estilos y personalidades distintas. Parecían destinados a ser eternos opuestos mientras la vida y el mundo de los deportes los puso uno frente a otro, dominando el circuito profesional de tenis de los años 90. A fines de siglo XX, los enfrentamientos entre Pete Sampras y Andre Agassi fueron un gran golpe mediático y comercial cuyos beneficiados fueron millones de aficionados. Dentro de poco, se revivirá este nostálgico duelo en las canchas.

Se podría rastrear el origen de esta rivalidad en el tercer enfrentamiento que sostuvieron estas leyendas a nivel profesional. En el US Open de 1990 disputaron la gran final, bordeando los 20 años de edad y finalmente el título fue para Sampras, pero era el inicio de una grandiosa época para la afición. Aquellos jóvenes iban pronto a dejar atrás  a los Lendl, Edberg, Becker y demás figuras de la década anterior, para que se concentre la atención en aquel duelo netamente norteamericano.

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Andre Agassi, nacido en 1970 en Las Vegas, ya era una figura del tenis mundial para 1990, Ecuador lo recuerda como el rival de Andrés Gómez en la final del Roland Garros que finalmente consagró como campeón al “zurdo de oro” y tenía ya varios años en el circuito profesional. Sampras, un año menor que él (1971, Washington D.C.) era una figura emergente, Andrés Gómez lo sufrió al caer frente a Pete en la final del ATP de Filadelfia, también en 1990. En el año en que estas leyendas surgían, el crédito ecuatoriano de hecho ya caminaba hacia el retiro y sus posiciones en el ranking ATP fueron cuarta para Agassi y quinta para Sampras.

 En los años 1990 y 1991 se enfrentaron en las finales del ATP Tour con una victoria cada uno. En 1993 se concretaría uno de los notables encuentros entre los norteamericanos. En la final de Wimbledon, Sampras se impuso a 5 sets ganando el primero de los 7 torneos que consiguió en su carrera en el césped londinense. Hacia el final de dicho año, ya Pete era el número 1 y por ahí Agassi tuvo un mal remate (24 en ranking ATP).

Llegó la mitad de la década e indiscutiblemente Sampras era el número uno y Agassi el dos del ranking, en tanto que las comparaciones surgían. Pete tenía un demoledor saque, mientras que Andre una fenomenal contestación, Pete privilegiaba el juego de red, Agassi los golpes profundos. Estas diferencias de juego apasionaron a los especialistas, pero a nivel de medios había que dar el golpe de gracia. Estéticamente, representaban dos mundos distintos. Sampras, el clásico y conservador, guardando los lineamientos del deporte blanco. Agassi era el excéntrico del tenis: peinados modernos, colores modernos, relaciones mediáticas como su sonado matrimonio con Brooke Shields. Una dualidad que había que explotarla a como de lugar. Un ejemplo es este comercial:

1995 sería un año crucial en esta rivalidad, pues se encontraron 5 veces en las finales de distintos torneos que incluyeron: el Australian Open (triunfo de Agassi), Indian Wells (triunfo de Sampras), Miami (Agassi), Montreal (Agassi) y el US Open (Sampras). Además que ambos integraron el equipo de Estados Unidos que ganó la Copa Davis dicho año.

 Iniciando la segunda mitad de los años 90, esta rivalidad se toma un paréntesis debido al punto bajo en la carrera de Agassi que incluyó lesiones y problemas personales. En 1996, el “Kid de Las Vegas” ganó la medalla olímpica, siendo lo más rescatable de su carrera por aquellos días, mientras que Sampras ganaba casi todo Grand Slam que se le cruzaba, salvo su eterna deuda, el Roland Garros. Afortunadamente, Agassi pudo volver a la cima y en mejor forma que nunca, para volver a poner a este enfrentamiento de moda en los años 1998 – 1999.

Agassi tuvo un magnífico 1999 en el que terminó por primera vez como el mejor del mundo. Ganó Roland Garros, lo que le permitió ser uno de los pocos tenistas en hacer “Golden Grand Slam” (ganar los 4 títulos de esta clase más los Olímpicos) y el US Open, aunque perdió Wimbledon con su “clásico rival”, acotando que Sampras es el rey de este torneo junto a Federer con 7 títulos para cada uno. A final de temporada, con Agassi en la cima de su rendimiento y Sampras ya no en su mejor forma, compartieron grupo en las finales del ATP Tour junto a Nicolás Lapentti (ambos derrotaron al ecuatoriano) y en la fase de grupos, la victoria fue para Agassi, en tanto que la final se la acreditó Sampras.

En el Siglo XXI, Agassi y Sampras se enfrentaron 6 veces más con 3 victorias para cada uno. Sin embargo, fueron legendarias sus últimas disputas en los US Open de los años 2001 y 2002. En el primero, un impresionante partido a 4 sets, en los que todos los sets se definieron con tie break, el primero a favor de Agassi y los restantes a favor de Sampras. El de 2002, sería en la final, con la que Pete lograría su Grand Slam número 14, igualando a Jimmy Connors. Dicho torneo sería el último que ganaría Sampras y marcó su retiro del tenis profesional que se anunciaría el año siguiente.

Acá, el juego completo del 2001. ¡Bestial!

Oficialmente las estadísticas fueron favorables a Pete Sampras con 20 victorias sobre 14 de Agassi, siendo superior en todas las superficies excepto arcilla, en la que Andre vence 3-2.  Sampras permaneció durante 286 semanas como el mejor del mundo en el ranking ATP, mientras que Agassi lo hizo durante 101 semanas. Este 28 de mayo jugarán en Monterrey como exhibición, recordando viejos tiempos.

El Fenómeno de Súper Campeones

Dentro de la amplia oferta que la animación japonesa ha presentado a lo largo de su existencia, el Captain Tsubasa (Súper Campeones en Latinoamérica) debe ser el producto más popular y difundido de todos (y que los Dragon Ball liebers me lo rebatan con argumentos). Un fenómeno con la repercusión mundial que solo el fútbol pudo haberle dado y que tiene ya sus años entreteniendo a chicos y grandes futboleros del planeta.

La idea original data de 1981. Cuando el señor Yoichi Takahashi (Dios bendiga su mano), los creó y su historia fue incluida en la Weekly Shonen Jump, revista semanal que publica diversos Manga a modo de antología. Pasó a ser Anime (o sea, pasar del cómic de revista a serie animada para la pantalla, para quienes no estén familiarizados con estos términos) en 1983, y son estos, los dibujitos de nuestra infancia que tanto añoramos. Aunque la serie original fue transmitida en los años 80, al menos acá en Ecuador nos enteramos de ella en los años 90, siendo un indiscutido hito de la televisión en nuestro país. Si creciste en los 90 y no viste esto, más la novela “Carrusel”, los Simpson de más grandecito y el MTV gratis, viviste en una cueva.

“Súper Campeones”, como se conoció aquí, fue una serie muy bien lograda. Es difícil imaginar cómo sus creadores pudieron captar la pasión del fútbol, siendo ellos de una cultura en la que este deporte no es el predominante. Japón tiene como deporte favorito al béisbol y si bien, con la creación de la J – League en los 90, se pudo enganchar a los japoneses con nuestro amado deporte, es más increíble como esta maravillosa serie pudo ser concebida en los años 80, cuando Japón no pintaba nada en cuanto a fútbol. Se podría decir que es uno de los impulsadores del avance del deporte rey en dicho país.

Su influencia cultural es enorme. Grandes figuras del fútbol como Andrés Iniesta, Alesandro Del Piero, Hidetoshi Nakata o Alexis Sánchez han reconocido a esta serie animada como una de sus principales motivaciones para escoger la carrera del fútbol profesional. A nivel más “criollo”, muchos podremos confesar haber intentado el “huracán en el cielo” de los hermanos Korioto, impulsarse con el poste para volar para atajar y sobretodo, tratar de darle más y más duro al balón, con la fuerza del “tiro del tigre”. La mayoría de estas técnicas, al menos las piruetas, terminaban con lamentables consecuencias.

A nivel dramático la serie tiene demasiados elementos enganchadores. Está la pasión demente de Oliver Atom (Tsubasa Ozora), cuya única obsesión es el juego, al que lo perfecciona a diario: mientras va por la calle, en casa, en los lugares más inverosímiles, pero hay personajes extraordinarios además del “chullita”. Steve (Kojiro) Hyuga debe ser uno de los mejores: un chico huérfano que ayuda económicamente a su hogar, estudia y es el bravo capitán de uno de los equipos más importantes de Japón. Su temperamento siempre destaca y dado sus orígenes y vida dura desde pequeño, muchos futbolistas profesionales se deben sentir identificados.

La lista de personajes maravillosos continúa. Mi favorito siempre fue Andy Johnson (Jun Misugi), una especie de Fernando Redondo del Anime: elegante, cerebral, de incomparable técnica. Sin embargo, su problema cardiaco le impedía ser el mejor de Japón, pero bien que le hizo sufrir a Oliver. Destaca el portero Benji Price (Genzo Wakabayashi) arrogante, pero sobrio. De posición económica acomodada y con un don de liderazgo formidable, tanto que cuando juega a lado de Oliver, él es el Capitán. El trotamundos romántico del fútbol Tom (Taro) Misaki, fórmula ideal de Oliver, el acrobático Richard Tex Tex y bueno, la lista es bastante larga y si gustan, puedan comentar sobre sus favoritos que estoy omitiendo.

Volviendo a cómo se cuenta esta historia, sus recursos narrativos eran fenomenales. Obviamente, había mucho de fantasía, pues no dejaba de ser increíble que unos chicos de 12 años te corran una interminable cancha todo el partido, no menos increíble era que un juego colegial convoque a 50 mil personas, saltos kilométricos y fuerza descomunal para pegarle al balón. Sin estos recursos hiperbólicos, seguramente la serie hubiera perdido mucho de su atractivo. También estaba el manejo de los tiempos, los recuerdos, que se hacían en retrospectiva, hacían entender al espectador la motivación que tenían estos bravos futbolistas. Todo esto era muy útil y añadía mucha tensión a aquella media hora en la que probablemente, solo se cruzó la mitad de la cancha. Obviamente, el formato de teleserie con una historia que se va desarrollando con el transcurso de los capítulos, muy característico de las producciones japonesas, generaba mayor interés.

Además de la serie original, acá se pudo ver “Road To World Cup”, donde se enfoca algo más en la carrera de adultos de los personajes, aprovechando la coyuntura del mundial en el que Japón era el anfitrión y patrocinado por la empresa de ropa deportiva Adidas. Existen varias películas y solo es cuestión de explorar en YouTube para ver todo el amplio contenido que generó esta creación del señor Takahashi. En tiendas especializadas de Anime y Manga puedes encontrar algunas de los cómics (o sea, el “Manga”) si te es difícil viajar a Japón a adquirirlos (creo que a la mayoría). Captain Tsubasa o Súper Campeones, es la conexión entre la nostalgia, la fantasía, la pasión y todas esas emociones que nos desbordan a medida que nuestra generación veinte y treintañera va madurando o envejeciendo y recuerda como a las 5 de la tarde el mundo se paralizaba y todos los chicos se ponían frente al televisor.

Un Spin-Off Totalmente Imperfecto

En pocas líneas, y serán pocas por qué no merece más, me permito hacer una breve crítica de la nueva serie estrenada por Netflix: “Fuller House”, y es que hace rato una serie que creaba tanta expectativa no nos lanzaba al abismo del sinsentido, pues pocos serán los valientes que logren terminar la primera y la que debería ser, última temporada.

Para una generación, incluso dos, a quienes el acceso a la televisión por cable nos era más bien limitado, en la que nos veíamos obligados a jugar en el patio y no “ensotarnos” frente al televisor, “Full House” era parte importante de nuestra vida, pues, no había mucho más de donde escoger (eran los Tanners, Will Smith cantando rap, los Súper Campeones y la novela de la abuelita). Las locuras del Tío Jesse, el orden de Danny Tanner, la irresponsabilidad de Joey, la sensualidad apta para todo público de Becky, y la ternura de todo el elenco infantil, brillando todas las niñas cada una en su momento, nos llevan a un feliz lugar, a un pasado que sin duda fue mejor. Es por esta razón que un spin-off (proyecto televisivo nacido de un proyecto anterior) de esta serie, nos llenó de esperanzas y esperábamos volver a vivir las risas que en nuestra inocencia, teníamos de niños.

¡Qué decepción! El primer episodio de esta nueva temporada te lleva a un lugar donde no puedes reconocer nada: Encuentras a los adultos bastante acabados (incluso cuando Jesse dice que se ve bien y aún tiene cabello ves que debe tener más de 50 años y eso te hace sentir anciano a ti), simplemente no puedes terminar de conjugar que aquellas niñas ahora son madres, y que la vida siguió para todos, incluso para los actores de televisión, quienes, valga recalcar, parece que nunca hubiesen sabido actuar, y te das cuenta de lo fingido que resulta ese cariño empalagoso y todos esos abrazos, abrazos todo el tiempo.

Y es que una serie en la que una niña de 8 años es capaz de meter el auto nuevo de su tío en la cocina, para solucionarlo todo mediante un abrazo y un “lo siento” con cara de cordero degollado, con el pasar de los años, no debe seguir con el mismo argumento; menos aún, cuando esa misma niña ahora es una DJ famosa (por cierto, posiblemente el mejor chiste de esta nueva temporada es la discusión por el nombre “DJ Tanner” entre Donna Joe y Stephanie), y explota en cada capítulo su sexualidad a un nivel que te lleva a pensar que estás viendo una película española independiente y no un sitcom infantil, una sexualidad que raya en lo vulgar y que sin necesidad de hacer uso de obscenidades te hace pensar mal varias veces por episodio, no apto para niños.

Los “adultos” desaparecen tras el primer capítulo, y la serie se enfoca exclusivamente en las desdichas de las nuevas adultas; DJ, Stephanie y Kimmy Gibbler (!), quien finalmente llega a ser LA protagonista de esta serie, contra todo pronóstico (muy similar a cuando a Ashton Kutcher le queda gigante el papel de Charlie Harper y es el idiota Alan quien termina moviendo la serie en “Two and a Half Men”: DESASTRE). Gibbler es quizás, la única que no ha cambiado su esencia y eso no es necesariamente bueno, y te recuerda a toda luz un capítulo de “Sixteen and Pregnant”, pues termina casándose con un latino que la engaña cada vez que puede, y es más, la sigue engañando aun cuando Gibbler es una diosa sexual (?): no me queda más que pensar que toda esa locura reprimida se manifiesta en la cama, y ahora madre de una niña que no conoce límites y que seguramente, va a seguir los pasos de su madre con el hijo de DJ, que tampoco es una perita en dulce.

Y eso nos lleva a la actuación de los niños: Jackson, el hijo mayor en un papel para nada destacable, sin embargo no desentona con el dulce empalagoso que se desprende de toda la serie; Max es de largo lo mejor de la serie, pues nos recuerda ese personaje infantil que fue ocupado en un principio por Stephanie y luego por Michelle (recordemos nada más que las gemelas Olsen no participan, acertadamente, de esta comparsa), y aunque a ratos sobreactúa un poco se le perdona por el mismo hecho que se perdonó toda la serie pasada, y es que es el único que trata de tener un personaje limpio. Ni siquiera nombraremos al niño hijo menor, no ha tenido ninguna trascendencia en los capítulos que he podido ver.

DJ Fuller (ya no Tanner) es quizás la más perjudicada en todo este embrollo, pues no logra asentar su papel como madre soltera cuyo esposo acaba de morir, y que se encuentra a cargo de una casa con tres niños propios, su hermana menor que puede tocar en Coachella llegando de improviso (¿DJ Tanner debe ser más grande que Tiesto, no?), una amiga que tampoco acabó de crecer nunca e intenta ser la mejor amiga de su hija adolescente, y por último, de un infaltable nuevo cachorro llamado “Cosmo”.

Esa es una pequeña reseña-crítica de “Fuller House”, una serie que falla estrepitosamente en continuar una historia que debió quedarse quieta hace 15 años. Lastimosamente, la vida sigue, los amigos crecen, se casan y tienen hijos, la gente muere, pero no todo se soluciona con un abrazo.

La era “romántica” de Internet

El fenómeno del Internet y su influencia en la sociedad que vivimos es bastante paradójico. Por un lado, su presencia es sumamente reciente en relación a toda la historia de la humanidad, sin embargo hoy es prácticamente el aire que respiramos, aunque los estudios indiquen que la gran parte de la población planetaria no está conectada y demás teorías que da pereza exponer en este instante. La verdad es que la diferencia es enorme entre quienes están conectados y quienes no, pasando a ser el segundo grupo, los marginados.

Internet y su función comercial y social como la conocemos debe tener algo más de 20 años y debe ser un eje fundamental de la vida de todos quienes estén leyendo este artículo, sin embargo, existimos de esos “pioneros” (?) de la “era romántica” del Internet. ¿A qué defino yo arbitrariamente como “era romántica del Internet”? Pues a los tiempos de la exasperantemente lenta conexión con módem telefónico. Disfrutemos un momento, de esa sinfonía de chillidos y pitidos cuasi orgásmicos para el internauta nerd de aquellos días.

Acá en Ecuador, recuerdo que los primeros conectados a Internet, nobles y reyes desde luego, lo fueron por los años 1995 y 1996. Al pueblo le tocaba un poco más difícil y fue así como en los años 1998 y 1999, jovencitos de clase media a subterránea descubrieron la manera clandestina de proveer de Internet a sus casas, conectando el módem de la gigantesca PC familiar a la normalmente única línea telefónica de la casa, para el resto de la magia, hacía falta entrar en el mercado negro de las contraseñas que se requería para iniciar sesión en Internet con esta tecnología. El intercambio de productos y favores todo lo podía. Para los menores de 20 años, todo esto que se cuenta debe haber pasado en los tiempos de Cristóbal Colón.

Esta conexión clandestina a Internet abrió un enorme mundo de posibilidades a los adolescentes noventeros dependiendo mucho de sus intereses, el primero de ellos, lógicamente desnudos y pornografía. Pero más allá de la avidez por el cuerpo, cada uno buscaba lo suyo: música, videojuegos y deportes eran la predilección. Pocos utilizaban este recurso para cuestiones académicas, como ahora que es de uso extendido.

Internet fue un maravilloso paso para la recopilación de música. Gracias a la magia del Internet, empezó a quedar atrás la romería de ir con un cassette en mano, de casa en casa de los panas, grabando una o dos canciones de un CD que él tenga y que tú no o no te daba la gana de comprar o era muy caro (ya para 1999 valían como 150 mil sucres ¡y vaya que era plata!) Entonces la posibilidad de descargar alguna canción se hizo realidad. Primero, era una tediosa tarea buscando de sitio en sitio web, la dichosa canción, lo cual era especialmente difícil si se trataba de clásicos por ejemplo, más una vez arribado Napster a nuestras vidas, todo fue maravilloso.

Con ese concepto de computadoras en todo el mundo conectadas haciendo un servidor gigantesco, Napster permitía encontrar LO QUE SEA en cuanto a música. Con ello, la creciente demanda musical de esa generación crecida con el MTV gratis se veía satisfecha. Ahora, con la modesta conexión de módem telefónico de 33.6 kbps de promedio, había que armarse de paciencia, pues la descarga de una sola canción tardaba aproximadamente media hora. Después, con la venida de la banda ancha, supimos lo que era descargarse álbumes enteros en ese mismo lapso de tiempo.

Hablando del entrañable módem telefónico, quien no debe tenerle mucha gratitud al mismo, son todos aquellos padres de familia de adolescentes noventeros, hoy venerables abuelitos en su gran parte. Pagar esas escandalosas cuentas telefónicas debe haber sido tremenda tortura. Recordemos que al permanecer conectado por teléfono a Internet en esa era, aparte del precio del servicio (que uno de cada 10 pagaba por la floreciente piratería descrita párrafos atrás), el precio de una llamada local. Por lo bajo, se permanecía conectado 2 horas al día y eso equivalía a “visita telefónica”. Sin internet, una familia no pagaba más allá de 100 mil sucres por servicio de telefonía, cuando a alguno de sus vástagos se le ocurría “conectar a la familia”, esas cuentas podían fácilmente llegar al medio millón de sucres. Devastador para aquellas economías en crisis, de cuentas congeladas y bancos quebrados.

En cuanto a interacción social, esta era la otra gastadera de tiempo. Una de las principales formas de interactuar era el recordado “latinchat” (no puedo creer que aún exista), donde en una plataforma de novedosísimo java, uno podía conversar con gente al menos de todo el continente, sobre determinados temas o simplemente por conversar. Como ni soñábamos en teléfonos inteligentes hace “escasos” 17 o 18 años, una señal de triunfo era sacarle el “ICQ” a la persona con quien chateaste. Tampoco puedo creer que aún exista esa brujería y de mi número si me acuerdo: 39585736. Básicamente, bajo este método la comunicación era vía texto y muy escasamente con escuetos mensajes de voz.

Un poco más tarde se popularizó el mIRC, que tenía la dinámica del latinchat, con canales de temáticas específicas, mas se necesitaba descargar un software para entrar al mismo. Para el año 2000 y ya dolarizados, estaba popularizado el dichoso servidor y los quiteños más enfermitos con el ciberespacio tenían su canal #quito para contactarse. Yo personalmente recuerdo que los capos eran “Rocky Balboa” y “Aeromoza”… capaz esos manes sean ahora tuiteros influyentes. Yo, las pocas veces que entré a ese canal lo hacía como “Macphisto”, de ahí más me interesaban los de música y deportes.

Los inicios de Internet traían consigo formas hoy primitivas de hacer grupos con los foros de discusión o las listas de correo, estas últimas, auspiciadas por el desaparecido Geocities y actual Yahoo. Servidores de correo favoritos: Hotmail, Latinmail, Yahoo. Todas y todos deben tener su dirección vergonzante, rezagos de esos tiempos del tipo: rubiasexy@hotmail.com o tumarido@yahoo.com y la vida profesional nos obligó a enseriarnos. Recién golpe de 2000 Google pateó el tablero de los buscadores, antes era Yahoo, Altavista, Lycos y demás opciones las que se usaban para buscar porno el contenido requerido.

Si tienes más vivencias de la “era romántica del Internet”, no dudes en comentar. Siempre es bueno no hablar nomás de fútbol, para eso mismo creamos este espacio.

Entró la nostalgia tenística

Más allá de lo que uno es habitual consumidor de partidos de los circuitos masculino y femenino de tenis, ATP y WTA, antiguamente, la ansiedad por ver estos juegos corría por ver también cual podría ser el destino de los ecuatorianos. Vera muy pequeño a Andrés Gómez, de adolescente a Nicolás Lapentti e incluso alguna vez, Pablo Campana levantó expectativa con una tercera ronda de US Open. Esto lastimosamente ha desaparecido.

Hablando justamente del US Open, me prendí a ver el juego entre Irina Falconí y la veterana pero prestigiosa Venus Williams. Creo que éramos pocos los que ya sabíamos que aunque Falconí juegue para Estados Unidos, es nacida en Portoviejo Ecuador y ya tiene un par de temporadas en el circuito de la WTA. El marcador fue favorable a la favorita Williams por 6-3, 6-7 (7-2) y 6-2.

Del partido podemos hablar que Irina tuvo muchas fallas en sus golpes, a veces en ubicación y en concentración en varios momentos claves, sobretodo en el tercer set donde su rendimiento fue desvaneciendo. Sin embargo, habrá que elogiar que en el segundo set levantó algunos match point, forzando incluso a ese tercer definitivo set. Por momentos, Irina pudo colocar un buen par de raquetazos y aprovechar que la famosa Venus tuvo varios baches en la noche neoyorquina.

La emoción por los momentos buenos de Irina en este juego me dio algo de nostalgia, justamente por esos noventa e inicios de los 2000, cuando había tenistas ecuatorianos en el circuito, ¡qué decir de las Copas Davis! La última alegría que dio la misma se remonta al 2009 cuando Ecuador accedió por última vez a un grupo mundial, del que salió por las mismas en 2010.

Mientras tanto, el presente es desalentador, el año pasado, Emilio Gómez, se quedó en la última ronda de la qualy del US Open, mientras que para este año, un ya veterano Giovanni Lapentti, se quedó en la priemra instancia de la misma qualy. Mientras que volver a soñar con el grupo mundial de la Davis es impensable, apenas si arañamos el grupo I de la zona americana.

Ecuador siempre se esperanzó en los talentos espontáneos, De Gómez, de los Lapentti, de un Pancho Segura que, como Falconí (y guardando los enormes respetos y distancias), hizo su vida en Estados Unidos. Sería bueno aprovechar esos talentos naturales, ¿no? La dirigencia, organización, etc. ha evidenciado su “quedadez” en fomentar un deporte en el que siempre hubo madera en el país. Sí, en círculos sociales medio – altos, ¿y qué?

Tal vez no sea sólo mal del Ecuador, ya en estos años no se ve las armadas argentinas o chilenas que daban que hablar en el tenis mundial y hoy vemos a Latinoamérica siempre despedirse muy temprano de las grandes competencias del circuito profesional. Para sentir emoción, tenemos que embanderarnos con los Federer, los Djokovic, los Nadal. Bueno, tampoco es que este mal, cada uno puede hinchar por quien le dé su gana, pero al menos, a mí como latino, generalmente me gusta hinchar por los míos.

Queda esperar que tal le va en el resto de sus años profesionales a Irina Falconí, así sea “gringa de corazón”. Su sangre manaba al menos, a mi me hará alentarla.