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Luis Miguel, La Serie: Retro y Resurección

En las últimas semanas Latinoamérica vivió el furor de haber “desempolvado” a tal vez una de sus figuras más queridas en cuanto a espectáculo, pero que quizás en estos tiempos estaba un poco olvidado. Sin duda estamos hablando de Luis Miguel.

 Netflix dispuso en su catálogo de una serie televisiva que relata el camino a la fama del astro de la canción con mucho suceso. Una de las claves del éxito fue la forma como se dispuso la misma con emisiones semanales de cada capítulo, algo que no es muy acostumbrado en dicha plataforma. Cada semana el suspenso se apoderó del espectador y los mismos se fueron multiplicando mientras duraron los 13 capítulos.

 Pero no solo la frecuencia de la emisión fue un eje del éxito de la serie. En verdad hay muchos puntos positivos de los cuales hablar. Para empezar, una vez más Netflix apeló a la nostalgia como en muchas otras de sus producciones, aunque por primera vez ese recurso fue utilizado en una producción latinoamericana. El punto es que es harto conocida la enorme popularidad que tuvo Luis Miguel en los años 1980s y 1990s entre la juventud de aquellos días y con especial énfasis en el público femenino. Rememorar aquellos días sin duda pudo haber sido un ejercicio de reminiscencia de gratos momentos.

La historia necesitaba ser contada paso a paso como las “novelas de antaño”, pues uno de los motivos más fuertes que mueve a la producción es el misterio de la desaparición de Marcela Basteri, mamá de Luis Miguel, y a lo largo de los 13 episodios la intriga permanece alrededor de un hecho que en la realidad no deja de tener más oscuros que claros. Una persona golpeada por la repentina y poco clara desaparición de su madre sin duda conmueve y pone al televidente a su completo favor, enseguida pasa a ser Luis Miguel indiscutiblemente el bueno de la serie.

Si hablamos de villanos, el de la producción es espectacular. “Luisito Rey”, el padre de Luis Miguel, es retratado como un abusador, explotador y manipulador cuya ambición si bien encumbró la carrera del cantante, destrozó los lazos familiares. La actuación del español Óscar Jaenada en el papel de “Luisito” es memorable. Es tan buena que no se puede evitar odiarlo mientras la serie transcurre. Sus gestos y posturas enervan a primera vista, tan genial que el mundo de las redes sociales se apropió de su imagen para popularizar toda clase de memes y tendencias.

Aparte del fantástico demonio de Luis Rey, están los ángeles de la serie, aquellos soportes en la carrera y vida de Luis Miguel como el mánager Hugo López, un maduro señor argentino que con sabias palabras y sinceras acciones hizo el rol de padre de “Mickey” en sus buenos y malos ratos, así como la relacionista pública Rosy Esquivel, quien aporta con el cariño y dulzura que hacia falta en su tempranamente ocupada vida o el memorable Cadete Tello, encargado de la preparación militar de “El Sol” para el recordado video del tema “La Incondicional”. De todos ellos Luis Miguel saca lecciones valiosas que le permiten crecer en su vida y en la serie aparece como un artista en constante crecimiento y maduración, aunque tal vez sus críticos digan que no es algo tan cierto. En cuanto a romance, es bien conocido el “notable historial” del cantante, sin embargo en esta producción se lo retrata más bien vulnerable.

 Los esfuerzos para hacer creíble a la narración son notables, empezando por la selección del protagonista, el actor Diego Boneta, quien encarnó a Luis Miguel, no solo aportó en su aspecto físico, sino en su habilidad al interpretar los clásicos del cantante. Es igualmente asombroso el parecido físico de los actores que interpretaron a Luis Miguel niño y adolescente con el auténtico.

 Sin duda Luis Miguel se anotó un golazo con la producción de esta serie basada en su libro biográfico y nuevamente está en boca de todos para bien, recordando su inmensa calidad interpretativa más allá de lo que hayan podido ser sus caídas de orden personal. Una serie que totalmente ha valido la pena ver así el pop y las baladas estén lejos de sus preferencias musicales.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
everything sucks

Tensión Adolescente y Retro en Gran Fórmula

Continuando con la moda de las series con enfoque retro “Everything Sucks” estuvo disponible para la plataforma Netflix desde 2018, esta vez con evocación a la década de los 90.

 Quien arrancó a ver la serie y creció siendo aun el siglo pasado, pudo haber tenido en un principio la sensación de ver una vieja serie de Nickelodeon por el enorme esfuerzo de hacer parecer que en verdad los hechos ocurren u ocurrieron en dichos tiempos: colores, textura de la imagen, obviamente la ropa y peinados de los chicos y más detalles. Claro, mientras el primer episodio transcurre se advierte que va a estar bastante lejos de la tónica edulcorada de aquella televisión noventera para adolescentes.

 “Everything Sucks” abarca temas que difícilmente se hubieran visto en televisión supuestamente dirigida para niños y adolescentes hace 20 años: desde la orientación sexual de uno de los personajes, situación que define muchos de las tensiones dramáticas de la serie que gira en torno al intento de desarrollar una producción audiovisual en una secundaria de los Estados Unidos. Otros temas que eran muy vigentes en los años 90 son abarcados como las familias disfuncionales o el uso de drogas en adolescentes y adultos.

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 Para desarrollar la historia se escogió a una pueblo llamado “Boring” en el Estado de Oregon, el cual realmente existe. Es simpático como se optó por esta población tomando en cuenta su nombre (aburrido) en inglés y la relación con el tedio adolescente en los sitios pequeños de Norteamérica. Del mismo modo se puede advertir la intención de ubicar la historia en el noroeste estadounidense, con lo relevancia que tuvo esta zona geográfica en la cultura popular de los 90.

Si hablamos de la cultura popular de los 90, estos saltan evidentemente a lo largo de la serie: algún poster de Jonathan Taylor Thomas, el cabello decolorado en alusión a Dennis Rodman, banda sonora con artistas diversos de los tiempos como: Oasis, Ini Kamoze, Ace of Base, Tori Amos o The Cardigans. La alusión tecnológica es fundamental, pues la serie gira entorno al VHS, además hacen su aparición los cassettes, discos compactos y el famoso tono de módem de conexión telefónica a Internet. Todo diseñado para tocar el sentimiento nostálgico.

Everything Sucks ilustra la angustia adolescente inherente a cualquier generación y que de acuerdo a los tiempos se expresa en ese tira y afloja social que se ha ido moldeando de acuerdo a la tecnología disponible, también un poco de angustia adulta reflejado en los personajes maduros de la serie a los cuales ninguno se les podría atribuir una madurez sanamente desarrollada, pues incluso el director del colegio tiene temas juveniles no resueltos, lo que eso sí logra que el mensaje de la serie permanezca siempre fresco, siempre joven.

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Se puede rastrear en “Everything Sucks” un mensaje bastante constructivo y positivo, uno en el que se busca respetar creencias y preferencias, en el que hay una intención de unión manifiesta cuando los chicos populares y los catalogados como “raros” unen fuerzas en un proyecto común, lo sacan adelante y de hecho terminan forjando amistad en donde antes había desprecio y tensión. Las actuaciones de los chicos son muy buenas, destacando Rio Mangini como el cauteloso McQuaid, Sydney Sweeney como la popular Emaline y Peyton Kennedy como Kate Messner, la protagonista cuya sonrisa de dicha en momentos cumbres de la serie ilumina a la misma. Podría tratarse de una de las grandes producciones de Netflix del año.

 Have a boring day!

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
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El Entrañable “Club de Cuervos” y las Razones de su Éxito

¿De qué otra cosa iba a hablar la primera serie de Netflix latinoamericana si no de fútbol?

Club de Cuervos ha venido apasionando a los usuarios de esta plataforma desde su estreno en 2015. Con 2 temporadas y 23 episodios en total se ha tomado la cultura popular latinoamericana y algunos de sus personajes podrían ya considerarse clásicos dentro de la misma. El porqué de este éxito intentaremos descifrarlo.

Mucha de la responsabilidad está en la experiencia y capacidad que hay en México en cuanto a narrativa audiovisual. Si bien Club de Cuervos se presenta como una serie cómica, cosa que los mexicanos saben hacer muy bien y ejemplos sobran, la realidad es que se la cuenta casi como una telenovela, algo para lo que ellos también son buenísimos. La historia vendría a ser como la del clásico culebrón azteca en el que una respetable familia se divide por una herencia. En este caso, la herencia es el club de fútbol “Cuervos de Nuevo Toledo” (tanto el equipo como la ciudad son ficticias) y la disputa surge al fallecer el patriarca del mismo: Don Salvador Iglesias. La pelea sobre el club y demás bienes del connotado caballero se da entre sus 2 hijos reconocidos (ambos de distintas parejas) y un tercero que estaba en camino antes de su muerte, como para completar un drama tan parecido a alguna de las “Marías” de los años 90.

Para soportar este tortuoso hilo narrativo están las actuaciones. Ahí es cuando Luis Gerardo Méndez y Mariana Treviño realmente se lucen con trabajos espectaculares. Salvador Iglesias Jr. “Chava”, interpretado por Méndez es un tipo sumamente entrañable y querible para el espectador, pese a ser un completo cretino en cuanto a códigos futbolísticos y no se diga de organización. “Chava”, con su irresponsabilidad y vicios, irradia tanto carisma que siempre quieres que sus disparates le salgan bien a pesar que a sujetos futboleros como quien escribe le pueda parecer sumamente ofensivo que irrespete el camerino, contradiga las órdenes del entrenador y peor aún, que haya hecho algún trato con el equipo rival. Como sabemos, el en un inicio fue electo presidente de Los Cuervos y es el alma indiscutible de la serie.

En la contraparte está Isabel Iglesias, interpretada por Mariana Treviño, una mujer muy armas tomar, muy responsable y conocedora en los campos de la administración cuya injerencia incluso a su tiempo hizo bien al equipo, pero su personalidad avasallante y exigente la hacen “la perra” (dicha por ella misma) de la serie, completamente detestable. Es una antagonista difícil de entender, pues no es precisamente mal intencionada, solo busca reivindicar lo que ella cree que merece y busca lo mejor para el club y para el imperio construido por su difunto padre.

Como vemos, a pesar que el eje central de la serie se supone es el fútbol, no se desarrolla por completo en cuanto a dicho eje temático y toma de manera algo sobredimensionada sus campos más oscuros y algo míticos como los sobornos, arreglos por debajo de la mesa, los intereses de los agentes de jugadores, planteles buscando hacer la casa o la cama a sus entrenadores, doping, infidelidades, prostitución, etc. Todo aquello con el fin de enganchar a un espectador ávido de polémica, la cual en “Club de Cuervos” siempre existe. El plantel de fútbol, pues es el típico de cualquier equipo latinoamericano: la base local llena de chicos humildes, muy ingenuos los más jóvenes, el clásico delantero argentino “pintero” imán de la fanaticada femenina, el brasileño que es todo fiesta y buen humor y el excéntrico refuerzo extranjero que por una millonaria cifra llega a los clubes de más alta inversión. También está la vieja gloria que se hace cargo de la dirección técnica en tiempos de crisis.

Mientras tanto, la fanaticada aguarda el estreno de la tercera temporada de la que se tiene las más grandes expectativas y esperando que esté a la altura de las 2 primeras temporadas.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
13 reasons

13 Reasons Why: El Oscuro Mundo Colegial

¿Qué hace que una persona tome la fatal decisión de quitarse la vida? Por más afligido que se encuentre, en el ser humano hay un instinto básico de supervivencia y para hacer a un lado su propia existencia sin duda hay una acumulación de malestares. Así es como Hannah Baker explica mediante un testimonio grabado en audio su fatal decisión.

“13 Reasons Why” es la presente sensación de la plataforma Netflix y si bien aborda un trillado tema como es la vida del adolescente estadounidense promedio con un enfoque central en las vivencias dentro de las instituciones de educación secundaria pública, los recursos narrativos la vuelven particularmente impactante, aprovechando también que al ser difundida principalmente vía Internet, hay un poco más de libertad hacia las formas necesarias para contar esta historia basada en el libro con el mismo nombre que fue publicado en el 2007 por Jay Asher.

La tensión y presión social en los colegios secundarios ha estado presente desde siempre, pero constantemente se renueva hacia nuevos canales en las que se expresa y en nuestros tiempos las redes sociales tienen un papel enorme en esto, razón por la cual resultó imperativo incluir al mundillo tecnológico a la adaptación de un libro de hace 10 años, cuando esta era de dispositivos inteligentes estaba despegando. Precisamente la diferencia entre esta adaptación y el libro original es que un rumor sobre Hannah surgido a través de una foto que su primer novio o cita le tomó y fue viralizada en su colegio desencadenó la serie de acontecimientos que llevaron a la tragedia.

La defensa de su reputación preocupa a cualquier ser humano más o menos normal y lo mismo es una cuestión mucho más sensible en la adolescencia, cuando apenas se va formando el carácter y la personalidad. Al pasar los años y siendo aún joven, en tus 20 o 30 años, dichos problemas tan preocupantes en tiempos colegiales pueden ser risibles, pero relatos como el de “13 Reasons Why” pueden remitir al espectador a esa sensación de falta de confianza sobre sí mismo de años superados. Hoy por hoy, con la facilidad y velocidad de las redes sociales, una reputación puede ser maniatada en horas con consecuencias devastadoras para un espíritu juvenil en formación. El proceso de anulación de la voluntad de Hannah interviene directamente publicaciones difundidas vía redes sociales y al final del desdichado camino, una de las sensaciones aparte de la vulnerabilidad de su ser y cuerpo está el dolorosísimo sentimiento de vacío que implica irse quedando sin amigos o aliados en momentos tan trascendentes para el ser humano, todo por culpa de los dichosos rumores.

Ciertamente en la adolescencia hay una serie de procesos y cambios físicos y emocionales que vuelven vulnerable a una persona, pero sin duda es bastante más complejo y especial en caso de las chicas y para un hombre como el que escribe, puede llegar a ser incomprensible. Por ello el mensaje de “13 Reasons Why” apunta a hacer conciencia en los chicos sobre temas que pueden ser ligeros para ellos (para nosotros) pero mucho más delicados para una mujer. En el caso de Hannah, ella a través de las cintas va explicando cómo se va sintiendo progresivamente degradada como persona: buscada por el rumor que creció como bola de nieve de ser una chica “fácil”, de ser conocida por un atributo físico, difundido por la famosa lista, jueguito que en cualquier aula de clase hemos hecho y al ver la serie podemos sentir algo de culpa. Claro, detalles que parecerían mínimos pero que vale la pena tratar, porque obviamente casos de agresión a la intimidad que retrata la serie tienen que ser decididamente enfrentados con firmeza por parte de padres y autoridades. Educar a los chicos para que deploren y eviten dichos nefastos actos y a las chicas a defenderse.

Ahora, si se trasciende más allá del mensaje, “13 Reasons Why” es muy bien lograda. Se repite para empezar el gancho de lo “estéticamente retro” tan paradójicamente de moda que por ejemplo fue un ingrediente de éxito de “Stranger Things”. La historia gira alrededor de los hoy por hoy arcaicos “cassettes” que fueron tan indispensables para la difusión de cultura juvenil de finales de Siglo XX y en los cuales se grabó el atormentado testimonio de Hannah Baker. La edición y las tomas son impecables para introducir al espectador a la historia que Hannah relata a través del recuerdo de Clay Jenssen, que es a quien le tocó el turno de escuchar las cintas. Aquellos barridos de la cámara que conducen al pasado son sensacionales y hacen a la producción brillante. Destacar también la actuación de jóvenes artistas que se meten en sus papeles de chicos populares y chicos “raros” con mucha solvencia. La misma evolución del personaje de Hannah Baker de una chica vivaz y con mucha personalidad a un ser emocionalmente destruido es magníficamente conducido por la joven actriz Katherine Langford.

“13 Reasons Why” intriga, entretiene, conmueve y educa. Sería muy recomendable verlo en familia con los adolescentes de las mismas, tanto para dar espacios a las reflexiones como por el hecho que hay capítulos con escenas especialmente fuertes. Pero aquella crudeza es válida para narrar esta triste historia como lo que es.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
les bleus

Les Bleus: Fútbol, Historia y Política

La selección francesa en los últimos 20 años pasó por tremendos contrastes en rendimiento y emociones, lo que influyó no sólo en la pasión del aficionado y no tan aficionado galo al fútbol, sino que pudo poner en un plano más notorio a discusiones políticas y sociales que permanecían relegadas aunque insertadas tal vez en campos más profundos del inconsciente.

Tras unos gloriosos años ochenta, la selección francesa enfrentó serios reveses a su tradición al no haber podido participar en los mundiales de 1990 y 1994. Para enmendar esta situación, la generación que se preparaba para enfundarse la camiseta azul era bastante heterogénea. Los Thuram, Desailly, Karembeu, Zidane, Djorkaeff y demás, procedían de orígenes muy dispersos alrededor del mundo. Brevemente recordemos que Francia colonizó varios territorios por el planeta y de aquellos lugares recibió ciudadanos que se fueron insertando en el diario vivir francés o que en sus tierras algo de la cultura, aunque sea el idioma había quedado.

Esta Francia “multinacional” despertó esperanza e incertidumbre a la vez. Si bien, Francia desde siempre ha tenido figuras “extranjeras como Just Fontaine o Marius Tresor, lo que se gestó en los 90 no se podía concebir tan fácilmente en un mundo menos comunicado del Siglo XX. El emblema de esta selección era un joven de padres argelinos pero muy marsellés todo él: Zinedine Zidane, al que lejos de reconocerle un torneo exitoso, se le cargó con la culpa de la eliminación en semifinales de la Eurocopa 1996 ante la República Checa.

Justamente Zidane se convertiría de villano a héroe al anotar en la final de la Copa del Mundo de 1998 ante Brasil en la que se proclamaron campeones siendo anfitriones. La generación “black – blanc – beur” (negro – blanco – árabe) unió a Francia dentro de ese orgullo nacional tan vano y tan genuino a la vez que solo el fútbol puede dar. Una nueva generación que confluyó en tierra gala bajo sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad fue el avance de la Europa futura y que tal vez en estos momentos y por otros factores es discutida.

La selección francesa de estos últimos años ha tenido momentos gloriosos como: El título mundial de 1998, la Eurocopa de 2000, ser finalista mundial en 2006 y europeo 2016. Así también pasó por momentos desastrosos como la eliminación en primera ronda y sin victorias de los mundiales 2002 y 2010. En la apoteosis aquella generación fue alabada y vitoreada, en los momentos bajos les recordaron su origen, tratados como “gentuza” y la tensión étnica se puso de manifiesto. Resaltaban objeciones absurdas como si los seleccionados cantaban o no la marsellesa.

¿Qué vemos actualmente no sólo en la selección francesa sino en varias selecciones europeas? Algo así como lo que vimos en la Francia noventera: un crisol de razas y no precisamente por un pasado colonizador. Selecciones como Alemania, Bélgica o Suiza no podrían disponer del plantel que tienen por ello y más bien los ideales de bienestar de aquellas naciones atrajeron una migración que hoy es componente fuerte de sus sociedades con hijos plenamente ciudadanos de aquellas naciones europeas que como cualquier otro pueden enfundarse una camiseta de fútbol por ser los mejores de una tierra que los vio nacer. Sin embargo, no todo es tan ideal.

Detrás de ese colorido de la selección francesa también está una historia de marginación. En el documental “Les Bleus” se habla del origen de sus jugadores. En los 90, jugadores como Lilian Thuram o Marcel Desailly provinieron de “ultramar”, mas la actual generación es plenamente nacida en Francia pero con padres o tal vez abuelos africanos, árabes, antillanos o de Oceanía. Aquella generación se crió en suburbios, guetos que no estaban completamente integrados a la sociedad francesa, lo que ha generado sentimientos de exclusión que pueden desembocar incluso en temas tan tristes y peligrosos como el terrorismo. Bueno, pues de esos mismos guetos ha surgido también el orgullo nacional.

Las derrotas de estas generaciones fueron caldo de cultivo para las expresiones segregacionistas de la ultra derecha, que también alentados por el miedo al terrorismo han reivindicado un nacionalismo primigenio que les permitió cierto avance en la búsqueda del poder, el cual ha sido todavía contenido. La multi culturalidad genera este tipo de problemas y en el caso de Francia, incluso llegó a forzar a una escueta pero decisiva pronunciación política del mismísimo Zidane, conocido por mantenerse aparte de estas situaciones. “Les Bleus” trata mucho de estas tensiones entre la Francia primigenia y blanca con la nueva Francia africana y árabe que está inserta pero no del todo en la sociedad europea contemporánea. La fluctuación entre convivencia y tensión al vaivén de los resultados de una selección de fútbol. Además, la velocidad de las comunicaciones permitió a la opinión pública estar cada vez más al tanto de situaciones de la vida personal de jugadores como Nasri, Ribery o Benzema que los pusieron en ojo de la crítica más que por sus actuaciones en el campo de juego.

La exaltación o menosprecio de un grupo social y étnico por culpa del deporte puede estar inserta en cualquier nación. Un ecuatoriano que vea “Les Bleus” no se va a sentir ajeno a ello, pues ha vivido en carne propia como el país pasa de “negros lindos” cuando la selección gana a “negros brutos o vagos” cuando pierde. Así mismo, aquellos muchachos que representan en un deporte a una nación, tienen un origen muy humilde, lejos de los centros culturales y de poder de nuestra nación y aunque sus costumbres no varían tanto como puede pasar en Francia, parecieran ser de mundos ajenos, pero bien que con su talento pueden aportar a 90 minutos de felicidad. Vale la pena ver “Les Bleus” para el futbolero, pero también para el que ve algo más allá de los goles y gambetas.

Actualmente la selección francesa se perfila como candidata al próximo mundial de Rusia con valores de todos los orígenes como: Samuel Umtiti, N’golo Kanté, Kevin Gameiro, Antoine Griezmann, Olivier Giroud, Layvin Kurzawa o Kylian Mbappé.

“Les Bleus, Un Autre Histoire De France” está disponible en Netflix.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
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El Fenómeno Stranger Things

Stranger Things fue tal vez uno de los más importantes fenómenos en cuanto a producción mediática, no sería tan preciso decirlo de “T.V.”, pues fue transmitida por la plataforma “Netflix” a la que se puede acceder a través de Internet. Se pueden atribuir varios factores a su éxito e intentaremos descubrirlos.

Uno de los principales elementos en esta serie es el contexto retro en el que se desenvuelve, pues la trama está toda dentro de los años 80, lo que paradójicamente va muy de la mano con las tendencias actuales en las que la fascinación por los elementos de la cultura popular del siglo XX está a la orden del día. La nostalgia de ver teléfonos de disco, cintas de audio, antiguos modelos de autos, bicicletas o vestimentas pudo haber hecho suspirar a más de uno. Aquel ambiente en el que la tecnología tenía su presencia más no el protagonismo del presente pudo también darle mayor hilo a una trama que con los dispositivos actuales pudieron haberse resuelto más rápidamente. La música ochentera (The Clash, Foreigner, Modern English, The Bangles) también contribuye a dicho ambiente nostálgico. En sí, en Stranger Things se encuentra una especie de tributo a serie como “Twilight Zone” o películas como E.T.

Stranger Things ofreció una mezcla de intriga y misterio muy especial en la que las conspiraciones y lo paranormal se mezclan para mantener la atención del espectador ya que ambas son motivo de fascinación. Hablar de secretos del gobierno norteamericano y planes de acceso restringido es la motivación de varias producciones en el país del norte, a veces bien documentadas y en otras con rienda suelta a la fantasía en la que más se desenvuelve el segundo punto, pues los fenómenos paranormales suelen ser muy exitosos en las producciones mediáticas de cualquier latitud. Ambas características se juntan para crear el villlano de la serie, el monstruo responsable de las desapariciones en aquel pueblo pequeño del estado de Indiana. Así mismo las conspiraciones y lo paranormal se juntan para crear a la enigmática Eleven, aquella niña con poderes telekinéticos que con pocos diálogos y mucha actitud conquistó los corazones de los espectadores.

La serie también trató temas que tímidamente se abordaban desde los 80 y fueron tomando mayor fuerza con los años. Uno es las familias disfuncionales, protagonistas a partir de los 90 en las series de televisión y producciones afines. En Stranger Things podríamos decir que la “familia protagonista”, la del niño Will Byers, por cuya desaparición se desarrolla la serie, tenía a una madre divorciada como cabeza de familia, aunque también se ve familias típicas como los Wheeler. También se trata el tema del “bullying”, pues lo sufren los chicos que protagonizan la serie, quienes tienen características estereotipadas de “chicos raros”, quienes normalmente son vulnerables a este tipo de prácticas de las que juntos salen relativamente bien librados hasta que quedan en defensa de Eleven, quien con sus poderes se vuelve la heroína y pone en su lugar a los bullies. Problemas varios por los que pasan los niños y adolescentes y su complicado mundo de relaciones sociales fueron también una buena salida dentro del universo de misterio y conspiración.

Destacar que en Stranger Things fueron los niños quienes protagonizaron brillantemente la serie llevándose Millie Bobby Brown la mayor cantidad de aplausos en su papel como Eleven. También fue importante contar con una actriz reconocida como Wynona Rider, en su papel de la atormentada madre del desaparecido Will Byers. La serie pareciera cerrada, pero su éxito dio paso a una segunda temporada de la que se espera con ansiedad su estreno a mediados de este año.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
fuller house

Un Spin-Off Totalmente Imperfecto

En pocas líneas, y serán pocas por qué no merece más, me permito hacer una breve crítica de la nueva serie estrenada por Netflix: “Fuller House”, y es que hace rato una serie que creaba tanta expectativa no nos lanzaba al abismo del sinsentido, pues pocos serán los valientes que logren terminar la primera y la que debería ser, última temporada.

Para una generación, incluso dos, a quienes el acceso a la televisión por cable nos era más bien limitado, en la que nos veíamos obligados a jugar en el patio y no “ensotarnos” frente al televisor, “Full House” era parte importante de nuestra vida, pues, no había mucho más de donde escoger (eran los Tanners, Will Smith cantando rap, los Súper Campeones y la novela de la abuelita). Las locuras del Tío Jesse, el orden de Danny Tanner, la irresponsabilidad de Joey, la sensualidad apta para todo público de Becky, y la ternura de todo el elenco infantil, brillando todas las niñas cada una en su momento, nos llevan a un feliz lugar, a un pasado que sin duda fue mejor. Es por esta razón que un spin-off (proyecto televisivo nacido de un proyecto anterior) de esta serie, nos llenó de esperanzas y esperábamos volver a vivir las risas que en nuestra inocencia, teníamos de niños.

¡Qué decepción! El primer episodio de esta nueva temporada te lleva a un lugar donde no puedes reconocer nada: Encuentras a los adultos bastante acabados (incluso cuando Jesse dice que se ve bien y aún tiene cabello ves que debe tener más de 50 años y eso te hace sentir anciano a ti), simplemente no puedes terminar de conjugar que aquellas niñas ahora son madres, y que la vida siguió para todos, incluso para los actores de televisión, quienes, valga recalcar, parece que nunca hubiesen sabido actuar, y te das cuenta de lo fingido que resulta ese cariño empalagoso y todos esos abrazos, abrazos todo el tiempo.

Y es que una serie en la que una niña de 8 años es capaz de meter el auto nuevo de su tío en la cocina, para solucionarlo todo mediante un abrazo y un “lo siento” con cara de cordero degollado, con el pasar de los años, no debe seguir con el mismo argumento; menos aún, cuando esa misma niña ahora es una DJ famosa (por cierto, posiblemente el mejor chiste de esta nueva temporada es la discusión por el nombre “DJ Tanner” entre Donna Joe y Stephanie), y explota en cada capítulo su sexualidad a un nivel que te lleva a pensar que estás viendo una película española independiente y no un sitcom infantil, una sexualidad que raya en lo vulgar y que sin necesidad de hacer uso de obscenidades te hace pensar mal varias veces por episodio, no apto para niños.

Los “adultos” desaparecen tras el primer capítulo, y la serie se enfoca exclusivamente en las desdichas de las nuevas adultas; DJ, Stephanie y Kimmy Gibbler (!), quien finalmente llega a ser LA protagonista de esta serie, contra todo pronóstico (muy similar a cuando a Ashton Kutcher le queda gigante el papel de Charlie Harper y es el idiota Alan quien termina moviendo la serie en “Two and a Half Men”: DESASTRE). Gibbler es quizás, la única que no ha cambiado su esencia y eso no es necesariamente bueno, y te recuerda a toda luz un capítulo de “Sixteen and Pregnant”, pues termina casándose con un latino que la engaña cada vez que puede, y es más, la sigue engañando aun cuando Gibbler es una diosa sexual (?): no me queda más que pensar que toda esa locura reprimida se manifiesta en la cama, y ahora madre de una niña que no conoce límites y que seguramente, va a seguir los pasos de su madre con el hijo de DJ, que tampoco es una perita en dulce.

Y eso nos lleva a la actuación de los niños: Jackson, el hijo mayor en un papel para nada destacable, sin embargo no desentona con el dulce empalagoso que se desprende de toda la serie; Max es de largo lo mejor de la serie, pues nos recuerda ese personaje infantil que fue ocupado en un principio por Stephanie y luego por Michelle (recordemos nada más que las gemelas Olsen no participan, acertadamente, de esta comparsa), y aunque a ratos sobreactúa un poco se le perdona por el mismo hecho que se perdonó toda la serie pasada, y es que es el único que trata de tener un personaje limpio. Ni siquiera nombraremos al niño hijo menor, no ha tenido ninguna trascendencia en los capítulos que he podido ver.

DJ Fuller (ya no Tanner) es quizás la más perjudicada en todo este embrollo, pues no logra asentar su papel como madre soltera cuyo esposo acaba de morir, y que se encuentra a cargo de una casa con tres niños propios, su hermana menor que puede tocar en Coachella llegando de improviso (¿DJ Tanner debe ser más grande que Tiesto, no?), una amiga que tampoco acabó de crecer nunca e intenta ser la mejor amiga de su hija adolescente, y por último, de un infaltable nuevo cachorro llamado “Cosmo”.

Esa es una pequeña reseña-crítica de “Fuller House”, una serie que falla estrepitosamente en continuar una historia que debió quedarse quieta hace 15 años. Lastimosamente, la vida sigue, los amigos crecen, se casan y tienen hijos, la gente muere, pero no todo se soluciona con un abrazo.

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POLÍTICA DESDE NUESTRA SALA

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En los últimos meses hemos sido testigos del gran éxito de series televisivas con alto contenido político, dueñas del rating y de los comentarios en las redes sociales, en las que podemos ver a esos líderes políticos como lo que son al fin del día, seres comunes y corrientes, que triunfan en mayor o menor medida en sus entornos dirigiendo los destinos de los suyos y adquiriendo poder, gracias a su carácter y forma de ser.

“¿Hace ruido el árbol en el bosque que cae cuando no hay nadie para escucharlo caer?” dice una antigua cuestión filosófica. El auge del internet le ha dado a la gente el recurso más valioso con el que se puede contar: la información. Somos una sociedad hiperconectada, que tiene al alcance de su mano la capacidad de conocer los sucesos que ocurren en los lugares más remotos, y parecería que donde cae un árbol, siempre hay alguien listo y dispuesto para tomar la foto, el video, el audio y una foto con el árbol caído y compartirlo con el mundo.

Esta capacidad de saber que sucede a todo momento, lleva al ser humano a pensar más allá, pasar del qué al porqué: a tratar de averiguar la razón por la cual cayó el árbol, el motivo de la creación de un impuesto o la causa de una guerra. La discusión de las razones ya no es únicamente para los filósofos de cantina y las sobremesas de almuerzos familiares, sino para cualquier internauta que disponga de un poco de tiempo. Y es ahí donde los productores de televisión han encontrado un nicho para explotar esa curiosidad, para darle al espectador la oportunidad de saber, de primera mano, las razones por las cuales se toman estas decisiones, sin miedo a mostrar el lado humano que muchas veces influye al momento de las actuaciones de estos líderes de televisión: El lado que no se ve del poder.

La política y el poder no han sido temáticas ajenas en nuestras pantallas de televisión. Series como “The West Wing” en el ámbito dramático o “Spin City” en la comedia estadounidense, tuvieron en su momento gran aceptación entre los televidentes. Ahora, “House Of Cards” y “Game of Thrones”, son dos series que de forma diferente, giran alrededor de la política (entendida como la ciencia que trata el gobierno y la organización de las sociedades humanas, o la actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad según la RAE) y el poder que la rodea. La primera tiene una temática netamente política y la segunda más bien, toca el tema sin que necesariamente sea este su ámbito principal.

Puede que existan más diferencias que semejanzas entre una y otra serie, pues la primera es el producto estrella de Netflix, el gigante de transmisiones de series y películas por internet, que ha creado una gran expectativa entre sus subscriptores al apostar fuerte en esta serie con actores de renombre como Kevin Spacey y Robin Wright como la pareja de moda de la Casa Blanca; y la otra tenga como carta de presentación el éxito que han tenido la serie de libros de George R.R. Martin, los cuales fueron llevados a la pantalla con gran fidelidad por HBO, uno de los más importantes canales de televisión por cable a nivel mundial, y que al ser televisión pagada, puede utilizar los recursos de desnudos y muertes sin miedo en su programación.

House of Cards desde un inicio nos atrapa de esa forma, pues Frank Underwood en su primera aparición en la serie mata a un perro moribundo, mientras le habla al espectador utilizando un recurso no muy común en series de dramas: “Hay dos tipos de dolor. El tipo de dolor que te hace fuerte. O el dolor inútil. No tengo paciencia para cosas inútiles. Momentos como este requieren que la gente actúe, que haga cosas que no son placenteras. Que haga lo necesario [mata al perro…]. Ya está, no más dolor.” El poder que tiene Underwood sobre lo que lo rodea, sea su esposa, sus compañeros congresistas en un principio y todo lo que viene después, pues no pienso spoilear la serie si aún no la ven, nos hace cómplices anónimos y silentes de sus actos inmorales o ilegales, los cuales explica con estas pequeñas conversaciones que tiene solo él con la audiencia.

Game_of_Throne_Season_5_06

Game of Thrones en cambio, trata sobre esta misma sucia política, en un ambiente medieval, donde los asesinatos, las pasiones y las guerras por el poder están a la orden del día. Una gran cantidad de personajes con quienes de una forma u otra uno llega a sentirse involucrado, y puede entender la razón de su proceder, siendo la cereza del pastel la inexistente compasión de los escritores, a quienes tampoco les tiembla la mano al momento de cerrar una temporada con el asesinato del personaje más querido por la audiencia.

Y es así como por un lado mandamos un tuit en contra o a favor del presidente, salimos a las calles con el celular y la cacerola en mano para tomar la foto y subirla de inmediato a Instagram, y regresamos a casa para subir un status de Facebook con un resumen de la jornada: El árbol cayó y nosotros estuvimos ahí para escucharlo.

Y claro, después de todo, prendemos la TV y nos acomodamos para ver el nuevo capítulo de Game of Thrones o repetir tres capítulos de House of Cards, porque claro, ya los vimos todos, el día del estreno.