¿Hubo Evolución en “Betty La Fea”?

Desde el año pasado hemos vivido el regreso a la pantalla del universo de “Yo Soy Betty La Fea”, telenovela colombiana que en la transición hacia el Siglo XXI marcó un hito no solo en su país, sino en Latinoamérica entera y bien podríamos hablar de un impacto mundial.

Este regreso, a través de la pantalla de Amazon Prime, planteaba muchos retos, pues el mundo de principios de siglo no existe más y no solo hablamos a nivel de moda, temática de la que parte la novela, sino a nivel tecnológico y como conjunto de valores en la sociedad. A partir de eso, se debía ser muy cuidadoso para no alterar la credibilidad de los entrañables personajes.

Es así como nos situamos 2 décadas después con algo que muchos nos imaginábamos y quizás siempre quisimos ver: la vida de Armando y Betty con su familia “felices por siempre”. La realidad que se planteó era otra: un hogar disfuncional y un déjà vu: Armando volviendo a arruinar las cosas y Betty emergiendo como la salvadora, pero con otra crisis en su identidad. En virtud de esto, la primera temporada de esta “actualización del mundo Betty” contó con varios de los viejos personajes con algo que contar pero poca evolución en sí, quizás buscando reconectar con lo que los hacía encantadores. Esto sumado a nuevos elementos en la historia y de los cuales, no podemos decir que alguno haya conquistado el corazón de los fans.

En virtud de eso lo primero que se advierte es la brecha generacional. Juanita Molina encarna a Camila Mendoza “Mila”, quien es hija de Armando y Betty, representando a la Generación Z y como tal, a muchos fans de anteriores generaciones les pareció antipática y si bien vemos un carácter impulsivo, también esa personalidad avasallante no permite fácilmente que la atropellen, algo que quizás es característica de esa generación y justamente no del gusto de anteriores. Ignacio Ortiz o Valencia, “Nacho” es interpretado por Sebastián Osorio y es un oficinista de nueva generación: arrogante, preocupado por su presencia, muy afín a la tecnología y con el detalle del cigarrillo electrónico. Las redes sociales en estos personajes cumplen un rol fundamental. Personajes como “Jeff” y “Carmen” encarnan conflictos e inmadurez algo estereotípica.

Ahora vamos con los personajes clásicos. Betty (Ana María Orozco) sufre en la primera temporada de estas nuevas entregas una crisis de identidad y su apariecnia física cambia de acuerdo a los actuales paradigmas donde se supone que la belleza física no es sinónimo de éxito y agrega parte del look de “Betty original” a esta versión que no perdió la seguridad en su rol laboral aunque sí persevera en la torpeza física. Armando (Jorge Enrique Abello) ha encanecido, pero sus traspiés lo vuelven más reflexivo y menos gritón, sigue siendo intrépido. Nicolás Mora (Mario Duarte) tiene algo más de presencia sin dejar de lado su onda “nerd”. Marcela Valencia(Natalia Ramírez) en el transcurso de esta nueva temporada va dejando su carácter áspero y su habitual rostro enojado fue cambiando.

Hay personajes que en cambio no mostraron evolución. Patricia Fernández (Lorna Cepeda) continua siendo insidiosa y arribista, por lo que sus divertidos clichés permanecen, tal como los de Hugo Lombardi (Julián Arango) que no deja de lado su humor cáustico y el estereotipo de ser gay. En el “cuartel de las feas” todavía se mantiene la dinámica del chisme y brevemente se revela la orientación sexual de Sandra. Don Hermes es papá y ahora abuelo latinoamericano clásico y de hecho, no tendría porqué cambiar. Freddy el mensajero permanece en su picardía cantinflesca aunque en la segunda temporada se enrumba en un camino espiritual.

Los nuevos líos románticos de la novela no terminaron de pegar. El abogado Esteban Ruiz, nuevo interés de Betty, con un exceso de buenismo le falta sal. Majo Arriaga, obsesiva con Armando, es una villana que no termina tomando las riendas del antagonismo. Pascual Pabón, “el papero” con su rol folclórico algo interviene en el cambio de Marcela. Hay que mencionar el total cambio de paleta de colores, pues en la original eran las clásicas paredes monocromáticas de oficina que contrastan con el colorido casi asfixiante de la nueva versión.

La historia daría para una nueva temporada, pero a veces hubo percepción de introducción de argumentos forzosos. La nostalgia hace que todo lo relacionado a “Yo Soy Betty La Fea” sea una mina de oro, pero hay un límite fino a explotar en este formato moderno de pocos episodios al año.

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