Érase una vez…

Érase una vez una potencia, llena de magia e ilusión, capaz de atraer multitudes alrededor del mundo por más de medio siglo, en donde los mejores showman de la historia se juntaban para alegrar a miles de niños, adultos y ancianos.

Esta maquinita de sonrisas fabricó recuerdos imborrables a través de las décadas, empezó a dejar su nombre inscrito en los libros en las canchas de Suecia, con unos pibes inigualables, los mismos que crecían y traían su alegría a tierras sudamericanas en Chile, y en la plenitud de su esplendor, empezó a forjar la leyenda de un monumento que vio al mejor equipo y al mejor jugador de la historia de los mundiales (en citas distintas). El “jogo bonito” deleitó a millones y siguió ganando corazones, cuando no eran posibles los títulos.

Pasó el tiempo y cambio el estilo, el juego cambió y la magia cada vez era más difícil de encontrar alrededor del planeta, pero siempre esa tierra, ese Brasil de siempre (por si no saben aún de quien se trata esto), nos regalaba esa dosis de sueños, nunca nos defraudaba, la tierra donde nunca se terminaba la diversión y la imaginación.

Hasta ahora… Ahora esa tierra está en crisis, una crisis forjada por un sinnúmero de razones añejadas por ya bastante tiempo. Los fracasos en el Mundial organizado en casa, y en esta pasada Copa América no dejan intranquilidad por los resultados, sino debido a la pobreza del juego, la falta de esa magia que a través de los años siempre se veía.

Los principales acusados son la dirigencia de la Confederación Brasileña de Fútbol y el entorno globalizado del fútbol moderno, ambos responsables directos e indirectos en el resto de factores, entre los que podemos notar, bajo la CBF, la falta de preparación de Directores Técnicos que refleja un alejamiento directo de las raíces de la identidad futbolística brasileña, nulo refuerzo de esta identidad y estilo de practicar el fútbol, y un trabajo deficiente en las divisiones formativas. Esto, sumado a la salida de jugadores al exterior a muy temprana edad, la infinidad de excesos a los que están expuestos los jugadores a alto nivel, la exigencia de resultados por encima del juego a casi todo nivel de competición en el mundo, un profesionalismo centrado en el funcionamiento táctico que deja un minúsculo espacio a la imaginación y a la inventiva por parte de un jugador individual.

Más de uno en todo el mundo opina lo mismo

Todos estos problemas se ven reflejados en la selección brasileña de la actualidad, es una camada nueva, casi sin experiencia, que no supo reemplazar a estrellas del calibre de Kaká, Ronaldinho, Ronaldo, etc. Un salto generacional que no supo hacerse progresivamente, haciendo que las jóvenes promesas se vuelvan grandes figuras emulando, en el mismísimo campo de juego, lo que sus predecesores inculcaban.

El futuro para el “Scratch” no pinta para nada bien, falta liderazgo, falta talento, falta magia y falta organización, y a menos de que haya un golpe de timón en el futuro cercano, a los fans de esa gloriosa camiseta, solo nos quedará esperar a que las favelas y las playas de ese hermoso país nos regalen otro mago, que tome esto que tenemos y agite su varita y nos permita soñar de nuevo, enseñando que el fútbol no es una ciencia fija como se plantea hoy, sino una ventana a un mundo de sueños, pasión e imaginación. De Jogo Bonito.

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