the martian

¿Qué hago a 80 millones de kilómetros de casa?

Más allá de cualquier virtud narrativa que se pueda encontrar en la película “The Martian”, es inevitable que el espectador se haya puesto en el lugar del astronauta Mark Watney y reflexionar acerca de “qué diablos hacer solo en un planeta y tan lejos de casa”, hasta eventualmente poder regresar. Ese “qué hacer” incluye sobretodo el “qué hacer con uno mismo”.

Existe mucha gente a la que la soledad la aterroriza, no es muy mi caso. Cuando vi la situación de Watney caí en pánico, pero cuando se lo vio distrayéndose con un capítulo de “Happy Days” o escuchando la colección de música disco de la comandante Lewis, mi reflexión cambió: “con música y tele, me quedo nomás viviendo en Marte sin que nadie me joda fastidie”.

Pero de ver tele y oír música anticuada te puedes cansar en cualquier momento. Realmente el enfrentarte a ti mismo reside en el hecho de simplemente tener qué hacer. Para su “fortuna”, Watney tenía muchas tareas en Marte, todas relacionadas con su propia supervivencia. El bueno de Mark se iba a quedar tarde o temprano sin que comer, así que utilizó todo su entrenamiento científico y de astronauta para proveerse de los alimentos que le permitiría esperar bien comido su rescate. Tarea que no fue nada grata, sobretodo por la manipulación de desechos orgánicos.

Mark necesitaba dar pistas al mundo de que estaba vivo y otra parte de su “agenda marciana” se copaba buscando la forma de comunicarse con la Tierra, la cual lo daba por muerto. Y si el tipo no se esforzaba por meter algo de relajo, ni siquiera se hubieran esforzado en buscarlo. De paso, esto es hasta una lección extrema de marketing.

Entonces, don Mark entre hacer su comida y dar señales de vida tenía un día solar agitado y apenas le quedaba tiempo para dormir. Problema resuelto, así puedo pasar más de un año esperando a que vengan por mí, pero acá viene otro dilema. No sólo es suficiente para la mente humana mantenerse ocupada, sino también, el rodearse de un par de seres queridos. Existe pocos casos de misantropía extrema y tal vez, la NASA debería tomar en cuenta ese trastorno convertido en virtud (?) para la selección de su personal.

Aquel dilema planteado se pone aún más complejo si se tiene familia. Yo no tengo hijos, pero se me estrujó el corazón de tan solo pensar que algunos de los astronautas de la misión se perdían un año de la vida de sus vástagos. De todas formas, sin hijos, se me haría difícil pensar que pasaré un año sin el contacto de mis amigos o familia más cercana, ¡y eso que soy un ogro! En todo caso, si te toca vivir en otra ciudad o país, la tecnología te evita esa pérdida de contacto hoy por hoy, pero en una misión espacial, la situación sería distinta. ¡No sé cómo hacían antes los becados o migrantes sin Skype!

“The Martian” también hace pensar mucho sobre la muerte. En un lugar totalmente hostil para la vida humana como lo es el espacio exterior, tus posibilidades de sobrevivir se reducen notablemente, por el sólo hecho de depender de máquinas y tecnología para funciones esenciales, las cuales, como máquinas que son, pueden fallar el momento menos pensado ante un uso prolongado.

Ese continuo pensar en la muerte lo hemos por lo menos apaciguado bastante en el transcurso de la evolución humana. Hoy por hoy, en ciudades de un país tercermundista como Ecuador, la esperanza de vida fácilmente ronda los 80 años. Con todos los servicios asegurados, puedes preocuparte por otras cosas aparte de si seguirás respirando al siguiente día. Un lujo de la modernidad que no se podía dar don Mark Watney y cuando se relajó un poco, sus instalaciones marcianas le jugaron una muy mala pasada.

Ese constante acecho de la muerte redujo a Watney prácticamente a la época de las cavernas, donde el enfrentamiento con lo desconocido (la superficie marciana) era la constante. Al menos no tenía el peligro de animales salvajes, pero ya tenía suficiente con lidiar con la falta de presión y oxígeno

“The Martian” nos deja una lección de humanidad reducida a su mínima expresión, de funcionamiento estructural de la sociedad y también, más que una misión tripulada a Marte y que Mark pueda literalmente hacer florecer el desierto, más de ficción me resultó el hecho que sus compañeros acepten dar otra alegre vuelta por el espacio por otro año con tal de rescatarlo. Me parece que en la vida real, ahí quedaba o por lo menos, lo rescataba otra gente distinta a los compañeros originales de su misión.

Finalmente, ¿qué ayudó al hombre a colonizar y sobrevivir en Marte?… ¡La papa! Punto para #LaSierra que conserva su saque.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol
3 comentarios
  1. Kross
    Kross Dice:

    Edd interesante el planteamiento de la película pero me parece que toma prestado ya de otra que se desarrolla de la misma manera alejado del Planeta Tierra y que aún es más oscura Moon con Sam Rockwel. Acá si está solo y no hay quien lo salve y lo que descubre allí en la luna, tienes que verla y comentarla o a lo mejor me animo y la comentó yo.
    http://youtu.be/DDOhQuH_ggE

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