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Reviven los Relatos de Postmodernidad

 

En estos tiempos de reediciones copando las pantallas de cine y televisión , casi por encima de las ideas originales, hubo tiempo para la “ciencia ficción” ochentera que nos deja otras lecciones.

En este año se ha revivido la saga de “Alien”, previamente en 2024 hubo un “spin-off” con “Romulus” y ahora una serie de 8 episodios emitida por Disney + nos plantea una disputa corporativa cuando la nave de la conocida mega empresa “Weyland-Yutani” se estrella en la propiedad de la empresa rival Prodigy. La nave transportaba luego de una larga expedición a los conocidos especímenes extraterrestres para quienes han visto la saga.

La premisa inicial de la serie “Alien: Earth” es la de 5 corporaciones dominando el mundo y un incidente que deriva en un conflicto que escala en las armas, siendo una clara cita a las características de la postmodernidad entre las que está el prevalecimiento de las corporaciones por sobre la idea de las naciones, pues lo segundo apenas es una vaga referencia sobre el origen de los personajes de la historia, en tanto que la disputa entre “Prodigy” y “Weyland-Yutani” da origen y es la columna de todo el relato.

 

Recientemente se estrenó “Tron: Ares” en cines con una premisa similar, la de 2 corporaciones en disputa, la conocida “ENCOM” dentro del universo de la saga y “Dillinger Systems”, escisión que se forma de los antagonistas de las primeras películas. Las cuales han desarrollado la manera de llevar sus programas informáticos hacia construcciones digitales en el mundo real. Pero estas tienen un tiempo limitado de permanencia.

En ambas producciones de ciencia ficción podemos ver a “creaciones” destinadas a hacer las tareas más fuertes de las corporaciones y las cuales son operadas por los dueños de las mismas. En Alien: Earth vemos como Prodigy desarrolló el programa de “híbridos” mediante el cual las conciencias de niños en estado de enfermedad terminal son trasladadas a cuerpos adultos sintéticos dándoles unas características formidables para el combate. En Tron: Ares, el software diseñado por Dillinger es presentado como “arma” perfecta y dirige operaciones de ataque cibernético sobre su rival. En ambos casos estas creaciones son tratadas como subalternos que terminan adquiriendo la suficiente conciencia para rebelarse.

Al ser ciencia ficción, ambas se desarrollan en escenarios previstos para el futuro como el ciberespacio o el espacio exterior, pero ambas en permanente relación con la vida terrenal. Es la interacción entre ambos planos donde la ficción se toma sus licencias y enganchan al espectador a la vez que le pueden hacerse plantear preguntas sobre qué es lo que puede pasar con la humanidad ante el avance de la exploración de dichos escenarios y sobre si la tecnología no nos pueda jugar malas pasadas.

Tanto la serie “Alien: Earth” como la película “Tron: Ares” dejaron finales abiertos en los que se esperaría nuevas entregas para un espectador ávido de ciencia ficción.

¿Qué hago a 80 millones de kilómetros de casa?

Más allá de cualquier virtud narrativa que se pueda encontrar en la película “The Martian”, es inevitable que el espectador se haya puesto en el lugar del astronauta Mark Watney y reflexionar acerca de “qué diablos hacer solo en un planeta y tan lejos de casa”, hasta eventualmente poder regresar. Ese “qué hacer” incluye sobretodo el “qué hacer con uno mismo”.

Existe mucha gente a la que la soledad la aterroriza, no es muy mi caso. Cuando vi la situación de Watney caí en pánico, pero cuando se lo vio distrayéndose con un capítulo de “Happy Days” o escuchando la colección de música disco de la comandante Lewis, mi reflexión cambió: “con música y tele, me quedo nomás viviendo en Marte sin que nadie me joda fastidie”.

Pero de ver tele y oír música anticuada te puedes cansar en cualquier momento. Realmente el enfrentarte a ti mismo reside en el hecho de simplemente tener qué hacer. Para su “fortuna”, Watney tenía muchas tareas en Marte, todas relacionadas con su propia supervivencia. El bueno de Mark se iba a quedar tarde o temprano sin que comer, así que utilizó todo su entrenamiento científico y de astronauta para proveerse de los alimentos que le permitiría esperar bien comido su rescate. Tarea que no fue nada grata, sobretodo por la manipulación de desechos orgánicos.

Mark necesitaba dar pistas al mundo de que estaba vivo y otra parte de su “agenda marciana” se copaba buscando la forma de comunicarse con la Tierra, la cual lo daba por muerto. Y si el tipo no se esforzaba por meter algo de relajo, ni siquiera se hubieran esforzado en buscarlo. De paso, esto es hasta una lección extrema de marketing.

Entonces, don Mark entre hacer su comida y dar señales de vida tenía un día solar agitado y apenas le quedaba tiempo para dormir. Problema resuelto, así puedo pasar más de un año esperando a que vengan por mí, pero acá viene otro dilema. No sólo es suficiente para la mente humana mantenerse ocupada, sino también, el rodearse de un par de seres queridos. Existe pocos casos de misantropía extrema y tal vez, la NASA debería tomar en cuenta ese trastorno convertido en virtud (?) para la selección de su personal.

Aquel dilema planteado se pone aún más complejo si se tiene familia. Yo no tengo hijos, pero se me estrujó el corazón de tan solo pensar que algunos de los astronautas de la misión se perdían un año de la vida de sus vástagos. De todas formas, sin hijos, se me haría difícil pensar que pasaré un año sin el contacto de mis amigos o familia más cercana, ¡y eso que soy un ogro! En todo caso, si te toca vivir en otra ciudad o país, la tecnología te evita esa pérdida de contacto hoy por hoy, pero en una misión espacial, la situación sería distinta. ¡No sé cómo hacían antes los becados o migrantes sin Skype!

“The Martian” también hace pensar mucho sobre la muerte. En un lugar totalmente hostil para la vida humana como lo es el espacio exterior, tus posibilidades de sobrevivir se reducen notablemente, por el sólo hecho de depender de máquinas y tecnología para funciones esenciales, las cuales, como máquinas que son, pueden fallar el momento menos pensado ante un uso prolongado.

Ese continuo pensar en la muerte lo hemos por lo menos apaciguado bastante en el transcurso de la evolución humana. Hoy por hoy, en ciudades de un país tercermundista como Ecuador, la esperanza de vida fácilmente ronda los 80 años. Con todos los servicios asegurados, puedes preocuparte por otras cosas aparte de si seguirás respirando al siguiente día. Un lujo de la modernidad que no se podía dar don Mark Watney y cuando se relajó un poco, sus instalaciones marcianas le jugaron una muy mala pasada.

Ese constante acecho de la muerte redujo a Watney prácticamente a la época de las cavernas, donde el enfrentamiento con lo desconocido (la superficie marciana) era la constante. Al menos no tenía el peligro de animales salvajes, pero ya tenía suficiente con lidiar con la falta de presión y oxígeno

“The Martian” nos deja una lección de humanidad reducida a su mínima expresión, de funcionamiento estructural de la sociedad y también, más que una misión tripulada a Marte y que Mark pueda literalmente hacer florecer el desierto, más de ficción me resultó el hecho que sus compañeros acepten dar otra alegre vuelta por el espacio por otro año con tal de rescatarlo. Me parece que en la vida real, ahí quedaba o por lo menos, lo rescataba otra gente distinta a los compañeros originales de su misión.

Finalmente, ¿qué ayudó al hombre a colonizar y sobrevivir en Marte?… ¡La papa! Punto para #LaSierra que conserva su saque.