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casa de las flores

El Gran Hit de la Polémica que Llegó de México

Te la había recomendado algún amigo o pariente, te engancha y horroriza … Y cuando parece que lo habías visto todo, ves (alerta de spoiler) a Verónica Castro fumarse un hit de marihuana. La impresión es similar a si vieras hacer eso a tu mamá o la más devota de tus tías. La Casa de las Flores llegó para dar la poderosa patada final a los convencionalismos en televisión.

Obviamente, la trama y los temas que ofrece esta serie son claramente para plataformas digitales como Netflix, donde se ha emitido su primera temporada y más que eso, lo impactantes que pueden ser muchas de las escenas para prácticamente cualquier público, por más culto, cinéfilo o “seriéfilo” o por más mente abierta que pueda ser. No porque no sean cosas que en la realidad no pasan, en realidad pasan y mucho, pero en la producción mediática no es precisamente costumbre observarlos.

Desde el inicio de “La Casa de las Flores” en su primer capítulo, la serie ataca con sus mejores armas, como aquel equipo de fútbol al que le urge ganar con un resultado contundente y deja boquiabiertos a todos con explícitas escenas de muerte y sexo homo y heterosexual. Un mazazo que inevitablemente engancha al espectador. Toda esta aparente violencia es trabajada impecablemente, pues está lejos de emitirse como un festival de sangre o publicación digna de tabloides.

La temática de “La Casa de las Flores” se desarrolla alrededor del poder y las apariencias. Virginia de la Mora es el personaje principal de la serie. Una poderosa dama de alta sociedad mexicana quien es cabeza principal de un próspero negocio y la verdadera cabeza visible de una prestigiosa familia cuyo vínculo social con la élite depende del éxito de la reputada florería y de la construcción de una imagen escrupulosamente pulida por Virginia. El desarrollo de la temporada transcurre entre dos grandes eventos que la familia de la Mora ofrece y entre los sucesos del primero y la preparación de los segundos, el mantener esa imagen impecable parece costarle la cordura a Virginia.

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El lodo que Virginia tiene que limpiar viene de muchas partes. Empezando por temas que en las altas sociedades de Latinoamérica son muy mal vistas como: la infidelidad, el homosexualismo o transexualismo y centrándose en problemas en serio como los legales y económicos. Todos ellos disimulados con una sincronía casi artística, lo que lógicamente a la familia entera la va progresivamente consumiendo.

 El tratamiento narrativo es interesantísimo, pues quien cuenta la historia es un narrador omnisciente que tal vez adquiere dicha condición por lo que le sucede en el primer capítulo y es quien presenta los dilemas morales que pasa sobretodo a Virginia, a quien la ata un vínculo amargo pero más común de lo pensado en nuestra sociedad. El ritmo de esta serie es incesante, las tomas y edición son vertiginosas y con ello es imposible perder el interés. Es muy interesante también la banda sonora, pues tratando de dar un ambiente kitsch en una de las locaciones, se toman varias canciones que a principios de los 90 fueron un éxito y son mayormente interpretadas por los actores. Ver a Virginia (interpretada por Verónica Castro) cantar un tema de Cristian Castro es una delicia.

Hay que decir que una de las virtudes de la Serie y por lo que podría ser memorable son las actuaciones. Una que se queda en la mente de cualquiera es la de Cecilia Suárez como Paulina de la Mora, hija mayor de Virginia, quien busca siempre tomar las riendas de la familia y los negocios, mostrándose como una mujer fuerte a pesar de su en teoría “revés sentimental” parece haberla marcado seriamente. El trabajo de Suárez con el peculiar hablado de Paulina es fenomenal y casi que icónico, así como su esposo. La personificación de José María y/o María José es muy pulcra y también deberían llevarse el mérito los encargados del maquillaje, pues la apariencia de “María José” es simplemente regia.

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Hay personajes que inducen al debate moral como el padre de familia Ernesto de la Mora o Carmelita, la amiga de la familia. Darío Yazbek como Julián, el hijo varón, y su papel de “jugar a dos bandas” y salvar las apariencias con su orientación sexual y compromisos. Él junto  a su hermana Elena (Aislinn Derbez) encarnan la angustia de volverse adultos y sufren de permanentes decisiones erradas. La inocencia se encarna con Bruno, único nieto de la familia y Micaela, hija de Ernesto, quienes tienen una simpática amistad a pesar de que sus orígenes los podrían poner distantes desde un punto de vista adulto.

Con una producción que luce muy bien cuidada desde los créditos de inicio, “La Casa de las Flores” destaca por su dinamismo, su ataque frontal a temas polémicos y por actuaciones espectaculares. De lo mejor que se ha visto en México y Latinoamérica vía plataformas digitales.

Edison Guapaz Zambrano
Guitarras y gol